De cambiar papeles a coleccionar papeles

Tampoco me quedó ningún papel de mi segundo set de cartas, que creo fue un regalo de mi tío, aunque ese juego lo llegué a liquidar cambiándolo en el recreo, porque no me gustaba el diseño. Era un papel celeste con el dibujo naïf de un piloto en su avioncito tipo biplano. También me arrepiento, aunque menos.

Curiosamente, sí conservo el primer papel que tuve con diseño de flores. Me llamó la atención porque en esa época ('84~'86) todos los papeles eran con personajes, niñitos o animalitos, y por eso se lo cambié a quienquiera que fuera que me lo cambió. Lo loco es que en realidad no me gustaba mucho, y encima es sin sobre, y varias veces pensé en cambiarlo por otro, pero su "exoticidad" me fue impulsando a quedármelo.


Hoy no solamente me parece un papel muy fino, si bien tampoco es nada del otro mundo, sino que también representa el primer papel que incorporé a la colección por criterios más objetivos que el simple "es lindo y me gusta". Tal vez, incluso, el punto de inflexión en que dejé de ser una más siguiendo el hobby de  moda para convertirme en coleccionista.

¿Y vos? ¿Cuándo te diste cuenta de que la cosa iba en serio?

Rosebud

Mi fascinación por las cartas es anterior a la de los papeles. Y el primer papel de carta que tuve es anterior a mi colección. Esto fue en el 82 u 83, a principios del año escolar, y un día haciendo compras en Morón, en una librería que había en el subsuelo de la galería Brown, vi un set de papel de carta con dibujitos. Era la primera vez que veía un papel así, decorado. Las cartas que escribía o recíbía mi iaia iban siempre escritas en papel vía aérea (que me parecía súper top, tan finito él, y si tenía marca de agua ni hablar). Y mi mamá me lo compró.

El papel en cuestión era de color beige, y en la esquina inferior derecha tenía un hipopótamo y un elefante con accesorios de béisbol. El sobre era del mismo color que el papel, aunque no recuerdo con exactitud si repetía o no el mismo diseño o parte de él. Puede ser, aunque no recuerdo, que el papel tuviera otro dibujito pequeño en la esquina superior. Tampoco recuerdo la cantidad de papeles y sobres que traía el set, o de qué marca era, si es que traía.

Como en ese entonces no tenía idea de que en un par de años más me volvería coleccionista de papeles de carta, los papeles los fui usando. Seguramente escribí cartas ficticias, o los dibujé, o le escribí alguna notita a mamá/papá/maestra/tí@s... Pero no me quedé ninguno. Ni uno.

Lo único que me quedó de ese set fue un recorte de la tapa del bloc, que usé para montar la imagen que ilustra este post. Ni siquiera tengo otros papeles con  dibujos lo bastante parecidos como para arriesgar una marca. Hasta ahora no encontré a nadie que siquiera haya visto jamás este papel, pero no pierdo la esperanza de que algún día pueda recuperarlo. Rosebud.



ACTUALIZACIÓN: CONSEGUIDO!!!!

Un cuentito

I

Una señora entra en una tienda y va eligiendo prendas y accesorios y llevándolos al mostrador hasta que tiene una docena de artículos. La dueña de la tienda los suma, saca las alarmas y le dice “son 200 euros”. La clienta dice “uy, no llevo efectivo”. La tendera respira hondo, como le enseñó su profe de yoga.
– ¿Tarjeta de débito?
– No, pero tengo la de crédito. Uy, este chal está muy bonito, también me lo llevo.
(¿"También"? ¿Cómo que "también"?, piensa la tendera).
– Lo siento, señora, tarjetas de crédito no aceptamos.
– ¿Cómo que no aceptan? Tengo la Visa Gold, la Mastercard...
– No aceptamos, señora, lo pone aqui en el letrerito.
En el mostrador hay un letrero que pone "sólo efectivo y tarjeta de débito".
– ¿Y american exprés?
– Que no, señora.
– Pero esa no es de crédito-crédito propiamente...
– Pues como si lo fuera.
– Ostras... es que las camisetas éstas son tan guapas...
– Pues sí, son de Jil Sanders, las traje directo del Fashion Week de Berlín.
La clienta se queda mirando embobada. Mientras, la tendera despacha a otras dos clientas que han entrado luego y que pagan en efectivo sin chistar.
– Bueno, señora, ¿qué va a hacer?
– ¿Seguro que no quiere la Visa Gold?
– Seguro. ¿No quiere ir Ud. hasta un cajero a buscar efectivo?
– Es que sacar efectivo con la tarjeta de crédito... Me cobran 5 Euros de comisión, ¿sabe?
Tendrá morro, piensa la tendera, más de 200 euros de compra y hace aspavientos por 5... La clienta se queda papando moscas otro rato, coge una blusa que agrega a su pila de artículos, revuelve su bolso.
– Uy mire, aquí he encontrado 50 dólares que me quedaron del viaje a Cancún. ¿Me los acepta?
– No le puedo aceptar 50 dólares, señora...
– Bueno, no por todo, pero algunas cosas...
– No me sirven 50 dólares. O pierdo dinero cambiándolos o me quedan en un cajón esperando la ocasión de usarlos, que quién sabe cuándo será eso, si es que alguna vez será. Si Ud. me dice que va a sacar dinero al cajero y vuelve, yo le guardo el género un ratito.
– Bueno, está bien. Ahora vuelvo, ¿vale? Me lo guarda, ¿verdad?
– Sí, pero mire que a las 8 cerramos.
– Sí sí, ni bien saque el dinero vuelvo y liquidamos.
Llega la hora de cerrar y la clienta no ha vuelto. "ya lo ordenaré mañana", piensa la tendera, y total que como es viernes a la noche queda el género separado hasta el lunes a la mañana. Cuando lo está por ordenar aparece la clienta.
– Ah bueno, por fin. ¿Ha traído el dinero?
– Pues todavía no, pero ya casi. Tengo aquí unos francos suizos, ¿no los quiere?– La tendera la mira con expresión asesina. – Bueno, de momento llevo 5 euros. Se los dejo, y en un ratito le traigo el resto. ¿Me aparta también este cinturón? – dice la clienta, y se va. La tendera está que flipa.
– Oiga– pregunta Otra Clienta que ha entrado justo después. – ¿Esas camisetas tan bonitas de Jil Sanders de 50 euros que tenía Ud. el viernes pasado, no tiene más? Es que ese día estaba apurada... – pregunta, con un billete de 100 en la mano.
Sí, me quedan dos, y yo como una idiota se las estoy guardando a la mamarracha ésa, piensa la tendera. Hasta que termine el día de hoy, y si no me trae la pasta, pues que le den.
– Mañana seguramente tendré más.
La clienta-mamarracho no vuelve a aparecer. Al segundo día la tendera ve pasar a La Otra Clienta con una camiseta Jil Sanders igual a la tiene guardada. Al tercer día coloca de nuevo todas las alarmas y pone cada cosa de vuelta en su lugar.
Al mes entra la mamarracha como si nada y coge la misma blusa, cinturón, chal y camiseta que la vez anterior.
– Me llevo estos. ¿ya se los había pedido, cierto? Me descontará los cinco euros que le dejé, ¿verdad? –A la tendera le va a dar algo.–El resto se lo traigo maña...
– Tome su dinero y váyase.– dice la tendera despacio y en voz baja, tendiéndole el billete. La clienta lo coge y se retira con carita de desilusión. De salida aun murmura: – Parece que no les interesara vender...


II

Una señora entra a un todo a cien y pregunta por los "tuppers". La tendera le indica el pasillo donde están. La clienta coge una caja, está abierta. El tupper no tiene la tapa. Otra y lo mismo. Y otra. Y otra. Después de mucho revolver consigue encontrar dos, pequeñitos, que sí tienen la tapa.
– Oiga – le dice a la tendera. – Que aquí de todos estos tupper sólo tienen la tapa dos...
– Es que los otros son restos. Pero son tuppers bonitos, ¿eh?
Pues ya los podría poner aparte, ¿no? piensa la clienta, ¿que esto es una tienda o la búsqueda del tesoro?
– Bonitos sí que lo son, pero yo los necesito con su tapa.
– Con tapa tengo potes para la alacena, azucareras, cafeteras, cubos de basura...
– Ya, pero no estoy buscando nada de eso, la verdad. Me interesan los tuppers.
– Mire tranquila y ya me dice algo.
Venga, va. La clienta da otra vuelta por la tienda y al final, aunque no muy convencida, coge una caramelera de vidrio, un juego de salero y pimentero, y encuentra otro tupper completo. Se va a la caja con todo.
– Son 13 euros.
– ¿Cómo? No puede ser.
– Pues sí... dos tupper de dos euros, uno de cinco, dos euros la caramelera y dos los potes.
– ¿Cinco euros este tupper? pero si en la estantería pone dos...
– Pone cinco.
– ¿Dónde pone cinco? pregunta la clienta, mirándose toda la estantería.
– Ahí, mire, ¿ve? – señala la tendera, una etiqueta pequeña, amarilleada y desteñida, semitapada por el cachocartel amarillo fosforito de "Tuppers €2.-", que pone "Tuppers cuadrados 5E". La clienta resuella pero en fin, no se va a poner a discutir por tres euros. Pone un billete de diez y uno de cinco sobre el mostrador. La tendera empieza a meter las cosas en una bolsa, y al revisar las cajas donde vienen los artículos...
– ¡Ay...! – exclama. – La caramelera no se la puedo dar, está rota, mire.
– Bueno, qué se le va a hacer– dice la clienta con una sonrisa forzada.
– Uy, y del set de especias falta el pimentero, se lo dejo en un euro ¿vale?
– No, déjelo, no me lo llevo. – Alarga la mano para coger el billete de cinco, pero la tendera lo coge también y la mira desencajada.
– ¿Por qué no?
– Porque yo quería el juego.
– ¡Pero si tiene el salero, mujer, que es lo principal...!
– Salero ya tengo en casa, yo quería los dos a juego.
– Mire que de esos ya no van a entrar...
– Pues me quedaré sin esos.
– Tenemos otros.
– Ya los he visto, no me van bien.
La tendera suelta por fin el billete, con una cara como si hubiera tenido que abandonar un hijo.
– Son nueve euros. – Coge el billete de diez. – No tengo cambio – dice. – Tendrá que comprar algo más.
– ¿No tiene UN euro para darme de cambio?
– No.
Recordando a toda la progenie de la tendera, la clienta coge unos repasadores.
– Son once euros.
La clienta saca el billete de cinco.
– ¿Uy, no tiene Ud. un euro? es que si le doy cuatro me quedo sin monedas...
– Lo siento, no llevo más pequeño.
La vendedora desaparece por la puerta del almacén. La clienta espera un minuto, tres, llama, llama de nuevo, grita. Pasados cinco minutos reaparece la tendera.
– Pues tendrá que comprar algo más.
La clienta se guarda el billete de cinco, deja los repasadores a un lado y coge la bolsa con lo que había comprado primero. – Quédese con el cambio. – dice despacio y con voz grave. De salida oye a la tendera que murmura: – Qué le costaba, comprar algo más...


III

Las escenas descritas son ficticias. Cualquier parecido con personas que piden decenas de papeles pero no tienen nada que nos interese para ofrecer a cambio; desaparecen, piden más, siguen sin tener nada; o con personas cuyos álbumes online tienen más papeles y sobres agotados que para cambiar; están siempre desactualizados; no separan o marcan claramente los papeles especiales; desaparecen, o son incapaces de abrir mano de alguno de los papeles que nos han pedido para poder cerrar el intercambio, es pura coincidencia.

¿Y vos? ¿Qué cosas te exasperan a la hora de hacer intercambios?